GOBLIN: SOUNDTRACKS PARA UN MAL VIAJE

Érase un vez un genio del cine de horror italiano, en ese entonces este joven -poseedor de una creatividad fuera de serie- preparaba lo que sería su nueva película, y como era de esperar, quería hacer de su trabajo una verdadera pieza de museo, una obra de arte integral, que emanaran maestría desde todos sus puntos de vista. El guión, la dirección y fotografía no eran un problema, ya que habiendo sido uno de los mejores aprendices del “Maestro del Macabre”, don Mario Bava, las cualidades cinematográficas le sobraban. Pero lo que a esta joven promesa del horror le faltaba para que su nueva película sea una verdadera obra maestra, era una banda sonora que se ajustara a su estilo creativo...

Técnicamente genial; como su dirección, perturvadora; como sus guiones y psicodélica como su propia fotografía. El genio del asesinato cinematográfico, a pesar de contar ya con algunas piezas musicales compuestas por Giorgio Gaslini, se negaba a quedarse simplemente con eso, que si bien no era un material para nada malo, no era lo que  Dario Argento buscaba para su nueva obra maestra, Profondo Rosso...

Así, dicen que de pronto a sus oídos llegó la recomendación de contactar a una joven banda de rock progresivo llamada Goblin, que luego de un par de intentos infructuosos por ser producidos en Inglaterra, habían regresado hace poco a su Roma natal. Dicen que en ese momento Dario Argento tomó la dichosa recomendación y escuchó los acordes de Goblin… media hora más tarde, Argento estaba recogiendo su mandíbula del piso con una mano, y con  la otra tomaba el teléfono para invitar a esta banda a formar parte de su nuevo proyecto.

Luego de esto el cuarteto compuesto por Claudio Simonetti en los teclados, Agostino Marangolo en la en la percusión, Fabio Pignatelli en el bajo, Máximo Morante en la guitarra y la intervención ocasional de Antonio Marangolo con el saxo, se consagraron en Italia como músicos de de primer nivel, aumentando considerablemente las ofertas para componer en otras películas. -Dato curioso relacionado con esto, es que hoy podemos ver películas italianas como Contamination (1980), o Night of The Zombies (1981), cuyas direcciones o guiones podrían dejar mucho que desear, pero gracias a Goblien en la banda sonora, el espectador tiene por lo menos un motivo para verlas.

Por supuesto, las mariposas que Argento sintió en la boca del estómago luego de escuchar Goblin por primera vez, no lo engañaban, ya que la relación entre el director y la banda fue tan perfecta que, luego del rotundo éxito de Profondo Rosso, nuevamente los citó, esta ves para componer completamente la música de lo que se convertiría en una de las simbiosis audiovisuales más perfectas de la historia del cine.

Lo que hizo Goblin en Suspiria, y, que posteriormente se convertiría en su sello, fue la inserción de efectos de sonido en sus composiciones (gritos, susurros y lamentos, por ejemplo), que, a la ves que la decoraban los temas, al mismo tiempo se complementaban perfectamente con las imágenes y escenas del film….

Para ese entonces el cuarteto trabajaba para “Cinebox Records”, sello musical dedicado exclusivamente a la grabación de bandas sonoras. Arma que resultó ser de doble filo, ya que si bien, por un lado a Goblin le llovían propuestas de trabajo en el cine, por otro lado, eran unos completos desconocidos para el mundo del rock en general, ya que a su sello nunca le interesó producirlos como banda independiente. Cosa que hoy en día, sin duda les debe pesar mucho tanto a los otrora integrantes de Goblin, como a la gente de Cinebox Records, que se farrearon una banda con mucha más proyección y fama internacional. Sin embargo, Goblin, hoy se alza como una banda de culto, poseedora de algo mucho más valioso que la fama mediática, el inmenso respeto, otorgado nada más que por el “boca en boca” y reafirmado por el incesante paso del tiempo. Privilegio del cual muy pocas bandas se pueden jactar.

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